sábado, 6 de junio de 2009

ROMANCES LEGENDARIOS

ROMANCES LEGENDARIOS

POR MIREILLE ESCALANTE DIMAS

A MI BUEN AMIGO “E.Q.”

INTRODUCCIÓN.

Afortunadamente me encuentro en el despertar del siglo XXI, razón por la cual .fácilmente he incursionado en historias picarescas, quizá curiosas, y tal vez jocosas. En todas ellas existe ese romance universal del hombre y de la mujer.

Debido al apoyo moral de mi estimado y buen amigo “E. Q.”, un intelectual de gustos exquisitos, refinados, conocedor del alma humana; comprensivo con aquellas mujeres inquietas de corazón, sedientas de amor, aventureras en el largo recorrer de la vida sin llegar a su destino donde su juventud como un efímero relámpago, transcurre velozmente, sin dejar huella alguna, marchitándose como una flor, desapareciendo sin dejar huella ó rastro en la vida, es que me he atrevido a narrar historias donde el romance es el principal protagonista, y donde siempre, pero siempre existe como desenlace, un tierno juego de amor, reflejado en una acogedora alcoba.

Bajo ningún punto de vista he pretendido emular a Honorato De Balzac en “Escena de la vida de Provincia”; ni tampoco a Giovanni Boccacio en su “Decameron”, con sus “muchos relatos insulsos, otros escabrosos y algunos obscenos”, o tan siquiera a escritores modernos.

Los personajes de mis historias, todos son ficticios, al igual que sus aventuras románticas narradas. Si hubiere alguna semejanza en particular con alguna persona, hecho o lugar, es una mera coincidencia.

AMOROSA ROSSANA

Después de haber pasado una velada amena entre risas y copas en la mansión de los Mac Chester , Rossana regresaba pasada la medianoche, acompañada de Henri, a su Apartamento, aún perfumado a flores de azahar y a rosas; el aroma fluía por todo el lugar, se mantenía aprisionado debido a que no había ventilación, las ventanas y puertas cerradas provocaban el esparcimiento de esos vapores etílicos por doquier, llegando hasta el último rincón de ese nido de amor.

Rossana, una joven mujer voluptuosa, de coquetería innata, sabiduría mundana adquirida en la Universidad de la Vida, requería solamente de su experiencia para interesar, y someter a su voluntad a Henri , practica inadvertida, haciéndole creer, que era el conquistador cuando realmente era el conquistado..

Ella vestía casi siempre de su color preferido, negro azulado, igual que el color de su ropa íntima. Henri, adoraba verla, sobre todo cuando se paseaba maliciosamente frente a él, En la intimidad. lucía una falda pegada, y de la cintura para arriba, en lugar de blusa, sus exóticas prendas íntimas que de inmediato le despertaban sus instintos primitivos, animales. Gustaba de apreciar a Rossana, semi desnuda, por supuesto que ella disimulaba ignorar el interés que despertaba a Henri, e inocentemente desaparecía de su vista, para aparecer vestida con un corsé negro –emulando al maniquí de lencería del Almacén de la esquina, además lucía un escote redondo, justo hasta donde comenzaban los pezones a asomar que más parecían botones de rosa; que de manera discreta, y tímida se escapaban con el movimiento ondulante y cadencioso del paso firme de Rossana. Sus pechos no eran grandes ni abultados, se confundían con los de una adolescente.

La falda relumbrosa de cuero negro, ceñida a su escasa cintura y a su espigado cuerpo, le impedía caminar normalmente, haciéndolo al estilo geisha.

Se trataba de una joven baja en estatura, midiendo un poco más de un metro y medio, lo cual para ella, esto no era óbice alguno para hacer el amor, expresando pícaramente que “en la cama se amoldaban a la misma estatura”.

Rossana, mantenía el secreto de ser flacucha, debido a su bulimia, en ese entonces se desconocía que se trataba de una enfermedad rara y peligrosa, derivada de una costumbre alimenticia, que podía haberla llevado incluso a la muerte, si no se trataba a su debido tiempo.

La falda larga, larga, le servia para estilizarse , y verse un poquito más alta; maquillada discretamente, con ojos grandes negros azabaches que parecía que hipnotizaban a Henri por su mirada profunda; sus pequeños pies, lucían un par de botas negras de cuero, de tacon alto de alfiler.

Rossana con veinticinco años cumplidos, tenía una vasta experiencia en esos quehaceres del amor. A pesar de su juventud, había sido casada años atrás, con tan mala suerte que había enviudado. Por esos designios del destino, había vivido sola un par de años, buscando al hombre -como lo hiciera Diógenes, el filósofo de la antigua Grecia, que sin encontrarlo… encontró a varios, pero, no a su ideal..

El origen de Rossana, era misterioso, solo se conocía que provenía de una tierra lejana situada en el otro extremo del mundo; su familia de buenas costumbres, su padre, un bravo guerrero, posteriormente retirado de la milicia y dedicado a curar enfermos con hierbas de mejorana, ruda, chichipince, aloe * (1) y otras plantas medicinales, conocedor de la biología y de la anatomía humana comprendía que su adorada Rossana, desde la niñez escapaba a la conducta normal de cualquier otra muchacha de su edad. Debido a que su padre, se percataba, de su inquietud, de esa hiperactividad constante que la caracterizada y que a sabiendas no iba a poder “frenarla”, decidió enviarla a un lugar lejano, donde nadie la conociera, para que ella pudiera desenvolverse en plena libertad, y donde ella disfrutaría placenteramente como toda una mujer desenfrenada, y tal como diría Federico García Lorca, la podrían “cabalgar sin freno y sin estribo”, .

Después de cierto tiempo, y alejada de su familia, en aquellas tierras extrañas, Rossana había conocido variedad hombres. Sin embargo el destino le puso enfrente a Heni, quien enloqueció de amor y la desposo ante un altar. Henri era un setentón viudo, solitario, sin familia, agradable, bohemio,y quien a pesar de su edad avanzada; se delataba como “un hombre de mundo”, de gustos exquisitos, muy dado a las aventuras femeninas; aún a esa edad, se distinguia que había sido atlético; sus facciones caucásicas, pero color canela su piel quemada por el sol del trópico, y con el pelo totalmente blanco, lleno de canas, cargaba sobre sus hombros una vida llena de agitadas experiencias , imposible de ocultar.

Henri, era un hombre adinerado. Se comentaba en su circulo amistoso que su riqueza provenía de la fortuna amasada por sus progenitores; y que por ser él, único hijo, se le designó heredero de ese jugoso patrimonio...

Al igual que cualquier noche cálida en el trópico, Rossana, para complacer a Henri, se disponía realizar su nocturno ritual insinuante, cuyo inicio consistía en recostarse con sus piernas entrelazadas, en una chaisse-longue, situada sobre una alfombra de piel de tigre - souvenir para Rossana, adquirido por Henri y cuidadosamente traído de su último safari africano. Ella, toda una felina en celo, invitaba insinuante con su lujurioso cuerpo al romance. La musica de piano, allá al fondo, se escuchaba suavemente salir del aparato stereo marca Fisher..

Gracias a Henri, Rossana, se jactaba de no haber trabajado nunca. Además era según su decir, “una mujer que nació con una buena estrella”. Henri, a cambio del amor que de ella recibía, le correspondía cumpliéndole sus caprichos materiales. Así transcurría su vida, cautivando con sus encantos y simpatía a Henri; pero cautelosa, y secretamente, sin que la descubriera Henri, Rossana buscaba aventuras pasajeras para satisfacer su abrasadora naturaleza, la cual le exigía disfrutar a plenitud de la juventud vigorosa, y enérgica, de esos jóvenes que sin fama ni gloria van por ahí pasando la vida.

Lo maravilloso de Rossana, era la paciencia que cultivaba para complacer los placeres a Henri.

Debido a esa dualidad de personalidad, se decía que ella se adelantaba a su época, viviendo con las costumbres de una mujer liberal del Siglo XXI, cuando apenas finalizaba el siglo XIX, época de las mujeres mojigatas y conservadoras en sus costumbres provincianas.

Henri, tenía además por costumbre asistir a las reuniones, fiestas y veladas con Rossana, su amada “Cherie”, tal como él la llamaba cariñosamente. El siempre estaba elegantemente trajeado, con su camisa blanca impecable, posiblemente hasta almidonada (2) sutilmente del cuello y puños; su traje negro Perry Ellis, combinaba con los zapatos lustrosos y brillantes, que parecían espejuelos; y por supuesto, sin faltarle su anillo gigantesco varonil de oro, luciendo un brillante solitario de Un cuarto de quilate; oloroso a billetes y a loción francesa “Pour un Homme”. Le hacía honor a su edad!

Esa mujer, dispuesta a satisfacerle las inquietudes a Henri parecía una gatita ronroneante, e insinuante … Rossana cumplía a cabalidad con las exigencias de su galán. Tanto Henri como ella se compenetraban en la aventura amorosa. A él, le fascinaba desnudar a Rossana mediante un rito especial. Ella, dispuesta a complacerlo se dejaba...

Henri iniciaba comenzando por desabrocharle lujuriosamente el corsé negro escotado y ajustado, con lentitud, poco a poco, con la boca, exponiéndose a herirse los labios. Cuando ya tenía en su poder el corsé, lo tomaba con sus grandes y temblorosas manos llevándoselo hacia su cara, donde se acariciaba primeramente con su trofeo, el cual a la vez, también olfateaba.

Posteriormente lo hacía a un lado, y entonces Henri, le besaba el cuello, le mordisqueaba las orejas y luego la espalda. Sus pechos descubiertos los acariciaba con sus carnosos labios. Así se excitaba Henri!

Los pechos de Rossana, eran tan pequeños como botones en flor - ella jamás tuvo hijos debido a unos medicamentos fuertes que había ingerido en la adolescencia, siendo ésta, la verdadera razón por la cual conservaba tan lindos pechos.

Estando desnuda del busto, procedía a quitarle la falda enorme de cuero, de manera despaciosa y cariñosamente, bajándole el zipper trasero, siempre lentamente, y además olfateándola su cuerpo, por delante y por detrás… hasta que la falda negra caía al suelo.

Pero, ahí no terminaba, el ritual, pues igual ocurría con la ropa interior de Rossana, toda de satín negro; Henri muy delicadamente se las ingeniaba con boca, a bajarle las bragas, con mucho cuidado, y así también aprovechaba de olfatearle pubis.

Henri aprovechaba cuando llegaba a esa parte del cuerpo de Rossana, morderle suavemente sus piernas, sin lastimarla. Posteriormente la reclinaba sobre el sillón color dorado LUIS XV, su favorito, donde acostumbraba abalanzarse encima de ella, y a recorrerle con besos todo el diminuto cuerpo, llegando hasta los muslos, bajando hacia las piernas hasta llegar a sus dedos diminutos y bien formados pies.

Henri disfrutaba saborearlos, succionárselos como si fueran uvas…

Entonces, pero hasta entonces caía desmayado sobre la alfombra, tembloroso e inerte. Ahí terminaba el ritual.

Henri siempre se comportó muy delicado, nunca tuvieron sexo, tal vez, por su edad ; pero desde que él conoció a Rossana su vida tuvo un giro de trescientos sesenta grados, le volvió la alegría de vivir, y de disfrutar lo que le podía quedar de vida. Diariamente ocurría ese agotador fetichismo.

Un día de tantos, falleció Henri, pero previó dejar protegida a su “Cherie” con toda la fortuna atesorada que había él también una vez heredado..

Rossana se convirtió en una nueva rica. A pesar de las murmuraciones de los amigos de Henri y de los señalamientos de ser la responsable del fulminante infarto a Henri.

Llamada (1)

mejorana*, Planta de la familia de las labiadas. Con tallos de tres a cinco centímetros de altlura, originaria de Oriente, se cultiva en jardines por su excelente aroma y olor, y suele usarse en medicina natural como antiespasmódica.

ruda*,planta perenne y de la familia de las rutáceas, con tallos erguidos y ramosos de seis a ocho centímetros, tiene un olor fuerte y desagradable. Se usa para calmar el dolor de cabeza al ser frotada en la sien, para el dolor de oído al ponerse unas ramitas en él; para los gases del estómago al ser tomada su esencia con un poca agua.

chichipince*, planta de tronco delgado, con flores anaranjadas, sus hojas son medicinales, tienen propiedades de antibiotico, al tomarse varias tazas diarias en agua hervida; son cicatricantes y anti-inflamatorias.

aloe*, Planta perenne de la familia de las liliáceas, con hojas largas y carnosas que arrancan de la parte baja del tallo, el cual termina en una espiga. Al quitarle la corteza a sus hojas, queda el interior resinoso y cristalino; es utilizado para medicina, calma el dolor de quemaduras en la piel, puesto en el cuero cabelludo evita la calvicie, quita manchas de la piel, y actualmente es usado en cosméticos.

(2) Camisa almidonada; excesivamente limpia, que había sido rocíada con fécula de maíz para verse pulcra, sin ninguna arruga la tela.

NOTA:

PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIALMENTE.

SOBRE LA AUTORA:

MIREILLE ESCALANTE DIMAS, Salvadoreña, desarrolla literatura del genero “Romántico erótico”;

San Salvador, 7 de Junio del año 2009.